martes, 7 de abril de 2020

Embarazo en tiempos de Covid


Me siento frente a la ventana que da al balcón para poder ver el movimiento de las personas en la calle, llevo 25 días sin hacer vida “normal”. 25 días de los cuales he salido 2 veces de casa en coche hasta el trabajo para recoger unos papeles y del trabajo a casa en coche. 
Esta pandemia me encuentra embarazada, una de las etapas de mayor vulnerabilidad en la vida de una mujer que desea ser madre y ayer motivada por un texto que leí sobre las mujeres embarazadas y el COVID-19, sentí la inspiración para sentarme esta mañana  frente al ordenador a escribir, tal vez lo lea 1 persona, 2 o nadie, pero esta vez necesito poner en palabras todo mi sentir con la intención de crear una cadena de empatía y por qué no, de decirle a todas aquellas que están en mi situación actual o que pasaron por lo que les voy a contar NO ESTÁS SOLA.
A mediados del 2018 con J decidimos ser papás, a mis 35 años por primera vez tenía ganas de ser madre, quienes me conocen de hace años saben que nunca fui “Susanita” pero esta vez algo había cambiado dentro mío y la compañía de un ser humano único a mi lado probablemente fue lo que me motivo a sentir:“ahora sí, es momento, no estás sola en esta aventura y ya trabajaste bastante en tu historia como para transmitirle la menor cantidad de cargas emocionales posibles”.
Y así fue que al mes de nuestra decisión quedé embarazada, lo grité a los 4 vientos, estábamos ¡súper felices! Llegó la primera ecografía y el puntito latía con fuerza, ¡alucinante! Pero unas semanas después llegó la segunda eco y no había latido, nos miramos sin entender mucho qué estaba pasando y la Doctora, con un abrazo cálido nos explicó que era algo muy común, pero claro como nadie lo habla a viva voz y las estadísticas sólo se las quedan los médicos (y además que sea común no es un gran aliciente la verdad). Luego de la noticia tuve que someterme a un Hospital, en el cual me revisaron 5 personas con una ecografía vaginal mientras la Doctora me decía “¡Abrime bien las piernas, aflojá que si no no puedo ver bien!” y el resto de los practicantes ahí mirándome cual mono de feria (sí, estas cosas pasan en el mal llamado “Primer mundo” violencia obstétrica). Y ahí  J y yo con ganas de que esta pesadilla termine pronto e irnos.
Al llegar a casa me esperaba mi hermana, me sentí tremendamente afortunada y pensé en todas las mujeres que tienen que hacerse un aborto (sea por la razón que sea) solas, en la oscuridad de una habitación y me sentí realmente agradecida de tenerla a ella y a J a mi lado. Falté sólo 1 día al trabajo, porque cuando estás de pocos meses no se contempla como la muerte de un hijo/a, es cierto aún no tiene ni brazos ni piernas desarrollados, pero cuando esa búsqueda fue deseada y las dos tiras del test dieron positivo para vos ya ese proceso iba a culminar con un bebe que hasta muchas veces ya tenía nombre...
4 meses después de este proceso decidí conocer a otra Doctora, y para mi sorpresa esta “Señora” me dijo con muy poco tacto y oooootra vez en medio de una ecografía vaginal que “mis órganos reproductores no estaban como una flor” me quedé muda, paralizada, eso y decirte: “estás vieja, seca y no podrás ser madre” es mas o menos lo mismo. Llegué a casa y lloré, lloré como casi no lo había hecho con el aborto, y empecé un proceso de búsqueda espiritual en relación a mis antepasados y los abortos familiares, fue muy interesante y  sanador (en el mientras tanto unos 3 meses de test fallidos y la lucha contra el miedo cada vez que vas al baño para que por favor no aparezca esa mancha roja o que como dijo esa “Señora” que a tu edad ya no puedas quedarte embarazada).
Llegó Septiembre de  2019 y en mayo me había apuntado para estudiar una carrera porque en medio de este caos descubrí  otra vocación y 1 día antes de comenzar las clases tenía 4 días de atraso me hice el test el más barato del mercado (sí, ni si quiera lo compre en la farmacia jaja!) con la certeza de que no estaba embarazada, con J no hubo ritual del baño ni nervios porque yo daba por sentado de que era sólo eso “un atraso”. Pero el atraso se convirtió en 2 rayitas, nos miramos con sentimientos de incredulidad y asombro, pero no dimos saltos de felicidad o lágrimas de emoción como me lo había imaginado. Llegó la primera eco y tampoco mi cuerpo me permitió alegrarme, recién al pasar los 6 meses y sentir sus movimientos en mi panza pude creer lo que estábamos viviendo. No compré ropa, no lo grité a los 4 vientos, no lloré, ni salté de alegría y recién hoy con más de 8 meses de embarazo puedo poner todo esto en palabras.
Y lo cuento porque somos muchas las mujeres que atravesamos un embarazo detenido (gracias a contarlo en mi pequeño círculo me di cuenta que muchas mujeres que conocía habían vivido lo mismo que yo, y eso aligera un poco la carga) y lamentablemente son muchas mujeres las que tendrán que vivirlo y quiero decirles que no están solas, que cada una lo vive como puede, lo duela o no lo duela, lo habla o no lo habla y todo eso es válido por que es tu cuerpo y sólo vos sabes lo que sentís dentro.



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